


Los implantes dentales son pequeñas estructuras de titanio o zirconio que se colocan en el hueso maxilar o mandibular para reemplazar raíces dentales perdidas y servir de soporte para dientes artificiales, como coronas o prótesis. Funcionan como una base sólida para restaurar la función y apariencia de una sonrisa natural.
Para determinar el tipo de implante adecuado, se realiza un diagnóstico que incluye una evaluación clínica y pruebas de imagen, como radiografías panorámicas o tomografías 3D, que permiten analizar el estado del hueso y su capacidad de soporte.
Con el cuidado adecuado, la duración de los implantes puede extenderse de 15 a 25 años o más, aunque su vida útil depende de factores como la higiene bucal del paciente, la calidad del implante, y las revisiones periódicas con el odontólogo.